lunes, 12 de octubre de 2009

Título 1




"La calle puede ser observada a través del cristal de una ventana, de modo que sus ruidos nos lleguen amortiguados, los movimientos se vuelvan fantasmales y toda ella, pese a la transparencia del vidrio rígido y frío, aparezca como un ser latente "del otro lado" .

O se puede abrir la puerta: se sale del aisalmiento, se profundiza en el "ser-de-afuera", se toma parte y sus pulsaciones son vividas con sentido pleno (...)

La obra de arte se refleja en la superficie de la conciencia. Pero permanece más allá de la superficie y , una vez terminado el estimulo, desaparece sin dejar rastros. También aquí hay un cierto cristal transparente, pero rígido, fijo, que hace imposible la relación directa. También aquí existe la posibilidad de penetrar en la obra, participar en ella, y vivir sus pulsaciones con sentido pleno.

Y aunque no se tenga en cuenta su valor científico, que depende de un minucioso examen, el análisis de los elementos artísticos es un puenta hacia la pulsación interior de la obra de arte.

La afirmación, hasta hoy predominante, de que sería fatal descomponer el arte, ya que ésta descomposición traería consigo, inevitablemente, la muerte del arte, proviene de la ignorante subestimación del valor de los elementos analizados y de sus fuerzas primarias"

Punto y línea sobre el plano.

Wassily Kandinsky



La idea de la descomposición y el estudio de los elementos de una obra de arte no nos aleja en ninguna medida de la magia y genialidad que pueda poseer, al contrario, nos eleva a un nivel más alto al proporcionarnos las herramientas para apreciarla. Por ejemplo el trabajo del artista plástico norteamericano Chuck Close (http://www.epdlp.com/pintor.php?id=3268) resulta más fascinante después de adentrarse en el proceso creativo (un proceso de dos años durante el cual el artista insiste en la aproximación a la creación artesanal de la impresión, talla bloques de linoleo, utiliza la técnica del aguafuerte...) Después de poder conocer los pormenores y las dificultades del complicado proceso de creación y de descomponer y escudriñar sus elementos, su contexto, sus consecuencias aparece cierta admiración y respeto. El proceso de alguna manera valida la obra, demuestra que son necesarias cualidades específicas, escasas, inusuales, para crear. De igual manera no existe riesgo de aminorar la calidad ni el placer estético que la obra producía en un principio, antes de ser analizada y descompuesta, porque la descomposición de los elementos no abarca los misterios de la genialidad, ni la conexión y magnificencia que nos produce estar ante la imagen. Definitivamente el misterio del artista se escapa de la compresión analítica del hombre. Es por esto que no debemos tener miedo a "la descomposición como muerte del arte".

jueves, 1 de octubre de 2009

La búsqueda

La tecnología se ha convertido en la cotidianidad y necesidad de la mayoría, hoy en día nos movemos en la redes y en las comunicaciones más que nunca. No resulta desconcertante que todo el potencial que ofrecen las nuevas tecnologías sea aprovechado por el arte como método de expresión y creación. Después de tantos años de historia, de sucesos banales y acontecimientos decisivos, de genios, de más que genios, de quiebres y quiebres y otra vez quiebres en las estructuras, nos resulta más difícil conseguirnos con la novedad. En esta revolución tecnológica cada vez más abrumadora nos hemos convertido en hambrientos consumidores de emociones y pasiones, estamos al acecho de que el arte contemporáneo nos deleite con una buena sacudida.